17 de enero de 2011


¿Sólo había transcurrido realmente una estación desde que se bajó en la parada de autobuses de Port Authority y miró por la calle 42 en dirección a la intersección de Broadway? Un tiempo muy corto para perder tantas ilusiones acumuladas.
Ahora se sentía avergonzado sólo de pensar en su ingenuidad. Se le ponía mala cara al recordar cómo se había parado y había declarado en voz alta: «Nueva York, te quiero».
¿Amor? Jamás.
Había sido un enamoramiento como mucho.
Y ahora, después de sólo tres meses de vida con el objeto de su adoración, de pasar los días y noches en su presencia, éste había perdido su aureola de perfección.
Nueva York tan sólo era una ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario